Verrà la morte e avrà i tuoi occhi questa morte che ci accompagna
dal mattino alla sera, insonne, sorda, come un vecchio rimorso o un vizio assurdo. I tuoi occhi saranno una vana parola, un grido taciuto, un silenzio. Cosí li vedi ogni mattina quando su te sola ti pieghi nello specchio. O cara speranza, quel giorno sapremo anche noi che sei la vita e sei il nulla.
Per tutti la morte ha uno sguardo. Verrà la morte e avrà i tuoi occhi. Sarà come smettere un vizio, come vedere nello specchio riemergere un viso morto, come ascoltare un labbro chiuso. Scenderemo nel gorgo muti.
VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS
Cesare Pavese
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos esta muerte que nos acompaña del amanecer a la noche, insomne, sorda, como un viejo remordimiento o un vicio absurdo. Tus ojos serán una palabra vana, un grito acallado, un silencio. Así los miras cada mañana cuando te inclinas hacia ti misma en el espejo. Oh amada esperanza, aquel día también nosotros sabremos que eres la vida y eres la nada.
Para todos la muerte tiene una mirada. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Será como abandonar un vicio, como ver en el espejo el resurgir de un rostro muerto, como escuchar un labio cerrado. Descenderemos mudos en la vorágine.
Con la cabeza negra caída
hacia adelante está la mujer bella, la de mediana edad, postrada de rodillas, y un Cristo agonizante desde su duro leño la mira con piedad.
En los ojos la carga de una enorme tristeza, en el seno la carga del hijo por nacer, al pie del blanco Cristo que está sangrando
reza: -¡Señor, el hijo mío que no nazca mujer!
Cabeza abajo, con el dolor disperso y las orbitas raídas . Cuando la mañana se cierra y la sordera de Dios es grito. Atosigada bajo las negras botas de un tiempo frenético en donde todo resplandor es fuego , iluminando de enfermedad este cuerpo. Escalando hiedras, arañando entrañas la esperanza aquí no levanta a los muertos.
Cobija amor bajo el influjo de la magia de tu reino purpúreas penas y amargas soledades Abraza entre tus raíces mi mundo de cristales rojos y bajo tu copa celestial ,cúbreme de las tempestades Dale a este corazón los símbolos de tu fortaleza y de tu aliento
Que tu tronco sea el eterno vínculo entre nuestras almas Viste, con tus himnos sagrados de primavera, el campo santo Cubre de oro y de sangre los cabellos de tu triste princesa Borda de prisa el edredón de flores que le dé abrigo Aleja los peligros y la funesta oscuridad que amenaza
Acaricia, entre melancólicos susurros, el entendimiento Y sea tu veneno y fuego procesión de espantasombras En cada piedra ordena que sea grabada una hoja con nuestros nombres ¡Guerrero! Levanta la espada en honor a la justicia ¡Protégeme!
Oculta las frambuesas que me alimentan con tus hojas amarillas y, bajo tu copa mullida, dame tranquilidad entre tus ramas No pierdas jamás el grueso abrigo en invierno, No dejes que me vean, cúbreme de encajes verdes Sean tus tiernos brotes inspiración sabia de estas manos
Aleja, con tu aroma,a los demonios, serpientes y vacíos Limpia, con la sabiduría de tus cantos, los estanques de fango Neutraliza el olor de azufre que enferma el alma y la mente Sé fuente eterna, sabio protector y espejo de mis letras Mística plegaria, oración divina, cazador de demonios
Multiplica, entre tus bosques, fuentes de aguas límpidas Enriquece las crecientes flores de loto. ¡Multiplícalas! Revela, en cada escritura que inspiras, todas mis estaciones Y, cuando la comprensión se aleje, déjame dormir para siempre a los pies de tu sombra
Te amo, papá
Fanny Jem Wong 27.05.07
Muchos pozos oscuros encontraré en el camino, pero a cada paso que mis pies avancen estos se secarán
ROMANCE PARA AQUEL HIJO QUE NO TUVE CONTIGO - Rafael de León
Hubiera podido ser hermoso como un jacinto con tus ojos y tu boca y tu piel color de trigo, pero con un corazón grande y loco como el mío. Hubiera podido ir, las tardes de los domingos, de mi mano y de la tuya, con su traje de marino, luciendo un ancla en el brazo y en la gorra un nombre antiguo. Hubiera salido a ti en lo dulce y en lo vivo, en lo abierto de la risa y en lo claro del instinto, y a mí... tal vez que saliera en lo triste y en lo lírico, y en esta torpe manera de verlo todo distinto. ¡Ay, qué cuarto con juguetes, amor, hubiera tenido! Tres caballos, dos espadas, un carro verde de pino, un tren con cuatro estaciones, un barco, un pájaro, un nido, y cien soldados de plomo, de plata y oro vestidos. ¡Ay, qué cuarto con juguetes, amor, hubiera tenido! ¿Te acuerdas de aquella tarde, bajo el verde de los pinos, que me dijiste: -- ¡Qué gloria cuando tengamos un hijo! ? Y temblaba tu cintura como un palomo cautivo, y nueve lunas de sombra brillaban en tu delirio. Yo te escuchaba, distante, entre mis versos perdido, pero sentí por la espalda correr un escalofrío... Y repetí como un eco: "¡Cuando tengamos un hijo!..." Tú, entre sueños, ya cantabas nanas de sierra y tomillo, e ibas lavando pañales por las orillas de un río. Yo, arquitecto de ilusiones levantaba en equilibrio una torre de esperanzas con un balcón de suspiros. ¡Ay, qué gloria, amor, qué gloria cuando tengamos un hijo! En tu cómoda de cedro nuestro ajuar se quedó frío, entre azucena y manzana, entre romero y membrillo. ¡Qué pálidos los encajes, qué sin gracia los vestidos, qué sin olor los pañuelos y qué sin sangre el cariño! Tu velo blanco de novia, por tu olvido y por mi olvido, fue un camino de Santiago, doloroso y amarillo. Tú te has casado con otro, yo con otra hice lo mismo; juramentos y palabras están secos y marchitos en un antiguo almanaque sin sábados ni domingos. Ahora bajas al paseo, rodeada de tus hijos, dando el brazo a... la levita que se pone tu marido. Te llaman doña Manuela, llevas guantes y abanico, y tres papadas te cortan en la garganta el suspiro. Nos saludamos de lejos, como dos desconocidos; tu marido sube y baja la chistera; yo me inclino, y tú sonríes sin gana, de un modo triste y ridículo. Pero yo no me doy cuenta de que hemos envejecido, porque te sigo queriendo igual o más que al principio. Y te veo como entonces, con tu cintura de lirio, un jazmín entre los dientes, de color como el del trigo y aquella voz que decía: "¡Cuando tengamos un hijo!..." Y en esas tardes de lluvia, cuando mueves los bolillos, y yo paso por tu calle con mi pena y con mi libro dices, temblando, entre dientes, arropada en los visillos: "¡Ay, si yo con ese hombre hubiera tenido un hijo!..."
Hoy duele la tarde… y el cuerpo La memoria, el tiempo, las mejillas Hoy duele el espejo y el sol la carne, el jardín, el árbol, la estrella. Hoy me duelo… de doler, de sangrar me duelo de heridas, de rabia, de lucha, de ausencias, de adioses. Me duelo de ansias, de sueños despedazados por mi, derrumbados por mi, cacheteados por mi Me duelo de piedras en el alma de hiedras, de caracoles, de tigres, de tortugas, de panteras, me duelo de ese zoológico inútil como cada zoológico que nos encierra Me duelo de vida, de vida vacía, escarchada, herrumbrada, corroída Me duelo de vos, de tus ojos tristes de tu patria ajena, de tus hijos rotos de tu pelo negro, de tus ojos rubios, de tu carne blanca, de tu voz cobriza. Me duelo de duelo, de la ropa negra, de las velas blancas, del húmedo ojo, del llanto seco, del silencio oscuro, de las voces claras, de los rostros muertos. Me duelo de dioses, de templos dorados, de pieles desnudas, de navidades viles, de fronteras con sangre, de niños heridos, de mujeres golpeadas, de viejos vaciados, de locos, si, de locos… como tu, como yo. Hoy me duelo, amor, me duelo de ti, de tu adiós sin palabras de tu ausencia oscura de mi niño enfermo Me duelo, amor…me duelo de mi.-
Walter Faila Publicado por Walter Faila en 17:43 Etiquetas: Poemas de Walter Faila
La sangre vertiginosamente corre y hierve furiosa
En noche de vendaval y alaridos que ensordecen
Sobre lágrimas muertas, yerba putrefacta y fango
Una sombra rompe la lira, la guarda en su urna
La salvaje luna temerosa se esconde, tirita, tiembla
Vientos ¡Levántense! ¡Desaten los rojos cabellos!
Que las osamentas huyan de las heladas tumbas
¡Noche, escúchame! Que un rayo hiera las entrañas
Luna tras luna angustiosamente te he invocado
Que purpúreas las viseras se enreden y revienten
Sangriento crepúsculo , anémonas de fuego
Claven sus raíces sobre ruinas y escombros
Conviértanse los recuerdos en fermentos oscuros
En donde el corazón agonice y muera desangrado
Sea la rueda del tiempo un rojo girasol marchito
Que la piedra del amor ruede de prisa hacia el vacío
Y los viejos versos transmuten en negras nubes de polvo
Y en las orejas desfallezcan por siempre todos los cantos
Y las arterias se conviertan en acequias que rompan el olfato
Y los te amo en la boca del muerto , aliento de arsénico
Expulsaré las angustias y los miedos en ataúdes sin cruces
Pedirán compasión y clemencia al borde del barranco
Me vestiré de indiferencia y de eternas ausencias
Hasta lograr levantar la impasible muralla del olvido
JEM WONG
11.02.06
El músculo del amor se fosilice en el pecho callado
JEM WONG