Una hoja resbala desde el árbol y es tu mirada la que, vuelta mano, detiene su caída unos instantes; luego toca la tierra humedecida por la blanca llovizna del verano y se confunde con un montón de hojas arrugadas. Huele a calas, jazmines, crisantemos.
Das media vuelta y piensas en cuándo serás tú, si caerá nieve. Escribe un nombre propio el tiempo en cada lápida y sin embargo, hermosas, cuelgan pequeñas flores del almendro.