EL MAL
Mientras los escupitajos rojos de la
metralla
silban todo el día en el infinito del
cielo azul;
mientras escarlatas o verdes, junto al
rey burlón
se desploman en masa los batallones
bajo el fuego;
mientras una espantosa locura machaca
y hace de cien millares de hombres una
pila humeante
-¡pobres muertos!, en el verano, en la
yerba, en tu alegría,
¡oh Naturaleza!, tú que hiciste a estos
hombres santamente-,
hay un Dios que se ríe de las telas
adamascadas
de los altares, del incienso, de los
grandes cálices de oro;
un Dios que con el balanceo de los
hosannas se duerme
y sólo se despierta cuando algunas
madres, recogidas
en su angustia y llorando bajo su vieja
toca negra,
le dan una perra gorda liada en su
pañuelo.
Arthur Rimbaud